martes, 12 de julio de 2011

Tumbas Perdidas II. La tumba de Alejandro Magno

En la primavera del año 323 a.C Alejandro Magno era amo y señor de un imperio que abarcaba desde el Danubio hasta el Himalaya. Y justo en su momento cumbre la muerte le alcanzó en Babilonia, le sobrevinieron unas fiebres tras un desfallecimiento provocado por un dolor punzante en la espina dorsal y en las articulaciones “como de una lanzada”. Sobre su enfermedad se especula con varias hipótesis, desde algo tan poco concreto como una peste, la malaria o una pancreatitis.

Tras su muerte, se desató la lucha por el poder y por la posesión del cadáver entre sus generales, ya que un oráculo había vaticinado que el país que albergara al conquistador macedonio ya no sería conquistado jamás. Por un lado estaban Pérdicas, Olimpia la madre de Alejandro y la Asamblea Macedónica que querían repatriar los restos a Macedonia y por otro Ptolomeo que fue el que consiguió llevarse el gato al agua, o más bien el muerto a Egipto.

El cuerpo de Alejandro en Egipto descansó en dos lugares distintos, su primer destino fue una tumba en Menfis, se cree que Ptolomeo adaptó la tumba del último faraón nativo de Egipto, Nectanebo II, el cual, huyó del país tras la invasión persa, por lo que su tumba estaba sin estrenar. Este enterramiento estaría en la necrópolis de Saqqara. Para apoyar esta hipótesis están los descubrimientos en 1850 de Auguste Mariette, el cual en la entrada de la capilla de Nectanebo II encontró un grupo escultórico griego representando a poetas y filósofos, tales como Píndaro, a cuyos descendientes Alejandro salvó en Tebas, Homero, su poeta favorito y Platón, mentor de Aristóteles el tutor de Alejandro.

Unos años antes de los descubrimientos de Mariette, en 1798, la expedición de Napoleón a Egipto halló en una mezquita un sarcófago, al que los lugareños se referían como "La Tumba de Alejandro". Posteriormente, al descifrarse los jeroglíficos gracias a la Piedra Rosetta, sin duda el gran hallazgo de esa expedición, se descubrió que ese sarcófago era el de Nectanebo II.


El hijo de Ptolomeo, Ptolomeo II Filadelfo, trasladó el cuerpo de Alejandro a Alejandría. De esta primera tumba alejandrina no se conoce ningún detalle ya que pronto fue sustituida por el nieto de Filadelfo, Ptolomeo IV Filopator, por el gran Mausoleo conocido como “El Soma”, soma significa cuerpo en griego, y que constituyó uno de los santuarios más sagrados del mundo antiguo. Y es que Alejandro fue venerado como un dios en Egipto y en todo el Imperio Romano, es más, ningún emperador de Roma que se preciara podía eludir su visita y contemplar la momia de Alejandro, momia a la que Octavio le rompió la nariz en un descuido durante su ofrenda, que ya hay que ser gañán.

Y allí estuvo el santuario hasta por lo menos el siglo IV de nuestra era, cuando en el 361 el patriarca Georgius preguntó a las masas “¿Cuánto tiempo estará en pie esta tumba?” … del “genio” de Alejandría, ese “genio” solo podría ser Alejandro. En el 365, Alejandría sufrió un fuerte terremoto y grandes tsunamis que arrasaron gran parte de la ciudad, situándose aquí el momento más probable en el que el Soma se destruyó, pero no así el cuerpo. Ya que un cuarto de siglo después Libanio de Antioquía mencionó al emperador Teodosio que el cuerpo de Alejandro estaba expuesto en Alejandría. Esto se debería a que la cámara sepulcral del Soma era subterránea y no se vio muy afectada por la destrucción del edificio. Un año después Teodosio publicó una serie de decretos prohibiendo los cultos paganos, cultos entre los que destacaba el de Alejandro. Es en este momento en el que los restos de Alejandro desaparecen de la Historia. Valerio Manfredi, que acaba de publicar un libro sobre la tumba, dice que “lo más probable es que la momia fuera arrojada a los perros” por los integristas cristianos, aunque hay una teoría, como veremos más adelante, que podría dar otro fin a los restos de Alejandro.

Y en esta situación es cuando surgen las hipótesis sobre el ¿Dónde estuvo la tumba?, como la de la Mezquita, ya que hay un par de referencias en textos árabes de los siglos IX y X que hablan de una mezquita o tumba de Alejandro, pero seguramente estos textos hacen referencia al sarcófago que encontró Napoleón y la mezquita donde estaba.

Sobre la localización exacta del Soma de Alejandría también hay variedad de localizaciones posibles, si hacemos caso a las fuentes clásicas tenemos a Zenobio que afirmó que el Soma se hallaba en el centro de la antigua ciudad, y a Aquiles Tacio que menciona un distrito llamado Alejandro donde dos calles grandiosamente decoradas se cruzaban en ángulos rectos en el centro de la ciudad, localizándose en dicho cruce el mausoleo. Dos testigos oculares de la tumba, Estrabón y Diodoro Sículo, describieron la tumba dentro de una grandiosa y magnífica zona amurallada adyacente a los palacios.


El problema actual es como cruzar los datos de las fuentes clásicas con el actual trazado de Alejandría. Si nos quedamos a mitad de camino entre la antigüedad y nuestros días, es decir en los mapas medievales como el Mahmud Bey. Nos encontramos con el trazado de las murallas de esa época, donde destaca la Puerta de Rosetta, la cual era de estilo antiguo con capiteles corintios. Además, en estos planos del Medievo es más fácil dilucidar los principales cruces de calles del trazado antiguo, y la puerta Rosetta, además de su decoración clásica, coincide con uno de los principales. Por ello se cree que tres de los muros del Soma fueron integrados en las murallas medievales. Desgraciadamente esta puerta junto con el resto de las murallas fue destruida en 1820 para construir unas defensas más modernas. Solo quedarían del Soma, unos bloques encontrados en el Cementerio Latino, en la que se conoce como la Tumba de Alabastro, esta es la teoría que defiende Manfredi, ya que estos bloques al juntarlos conforman una cámara y están pulimentados solo por una cara, ya que el exterior se cubría con un túmulo de tierra al estilo de las tumbas macedónicas, como la hallada de Filipo II, y ¿Para quién iba a ser una tumba al estilo macedónico sino para Alejandro? Además, Manfredi se apoya en el relato de Lucano que describe la tumba. Lucano, sobrino de Séneca del cual se sabe que escribió una obra, perdida en nuestros días, sobre los santuarios y las tumbas del antiguo Egipto, obra a la que Lucano tuvo que tener acceso.

Y así llegamos a la última teoría, mi favorita, que no trata sobre la localización de la tumba sino sobre el destino del cuerpo. Y es que en el siglo IV, momento del triunfo del cristianismo sobre el paganismo en Alejandría, aparece un antiguo cuerpo momificado. Para la Iglesia Alejandrina se trataría de los restos de San Marcos Evangelista, fundador de la comunidad cristiana de la ciudad. Sin embargo, antiguos escritores cristianos como Doroteo, Eutiquio y el autor del Cronicón Pascual sostienen que el cuerpo de Marcos fue quemado por los paganos. Claro que según la Iglesia, que tiene explicaciones para todo, una milagrosa tormenta facilitó a los seguidores de Marcos rescatar los restos de las llamas.

Cuando la ciudad cayó bajo el dominio árabe estos restos fueron sacados de allí, y en el 828 dos mercaderes lograron evacuarlos sin ser descubiertos, navegando con ellos hasta su ciudad de origen, Venecia. Y allí descansan en nuestros días, en una cripta bajo la Basílica de San Marcos.

Fuentes:
Wikipedia
Diario el País del 08/03/2011
















jueves, 7 de julio de 2011

Tumbas perdidas I

Hace unos días leí en el blog La Cuna de Halicarnaso una interesante entrada sobre tumbas célebres. Así que tomándolo como idea, pensé en hacer una entrada parecida pero sobre tumbas famosas y perdidas. Evidentemente no voy a tratarlas todas ya que hay una cantidad ingente de personajes importantes de los que se desconoce donde están actualmente sus restos, pero sí que he tratado de coger algunas de las que, en mi opinión son más relevantes.

La tumba del rey godo Alarico I

Alarico fue un rey godo que dedicó su vida a encontrar una patria para su pueblo que llevaba siglos deambulando por Europa. La poca habilidad del emperador romano Honorio hizo que la guerra entre godos y romanos fuera prácticamente inevitable. Como consecuencia, las huestes de Alarico saquearon por primera vez la que había sido la todopoderosa ciudad de Roma.

El botín fue, como os podéis imaginar, espectacular. Pero Alarico disfrutó en vida poco del mismo, y digo que no lo disfrutó en vida ya que según las fuentes fue enterrado con un importante tesoro fruto de dicho saqueo. Y es aquí donde llegamos a la primera de nuestras tumbas perdidas.

Alarico murió víctima de malaria en la ciudad de Cosenza, al sur de Italia, en el año 410. Sus hombres para evitar que el cadáver y sus ofrendas fueran profanados por los romanos idearon un enterramiento peculiar. Pusieron a trabajar a varios miles de hombres en la construcción de un dique que desviara el curso del río Busento. Una vez desecado el lecho, excavaron allí el sepulcro del rey. Terminados los ritos derrumbaron el dique, por lo que el rio cubrió la tumba y para no dejar cabos sueltos dieron muerte a todos los que sabían la localización de la tumba o pudieran dar pistas de su ubicación.

Y en nuestros días ahí debe continuar el bueno de Alarico, en algún lugar del lecho del rio Busento rodeado de lo que se supone un colosal tesoro.

La tumba de Genghis Khan

Genghis Khan ha sido uno de los mayores conquistadores de la Historia, creador y forjador de lo que fue el imperio Mongol.

Para su muerte Genghis había decretado que fuera enterrado, pero que no se le construyera un gran monumento funerario, que no se colocara ni siquiera una pequeña lápida, es decir, era su forma de evitar futuras profanaciones.

Según las crónicas, o las leyendas, fue enterrado en algún lugar de la estepa al noreste de Mongolia. Tal fue el secretismo que si el cortejo fúnebre se cruzaba con alguien en su camino, ese alguien era muerto en el acto. Tras el enterramiento su ejército pasó a caballo varias veces por el lugar para borrar toda huella.

En la actualidad se cree que la tumba estaría en la región que bordea el río Onon y que ese mismo lugar sería utilizado para sus hijos y otros familiares. En el año 2000 científicos chinos anunciaron el descubrimiento de la tumba, pero a día de hoy no he encontrado ninguna nueva información que asegure que ciertamente esa tumba es la verdadera, ya que las propias fuentes chinas decían que había que ser precavidos y terminar las investigaciones. Por tanto la Tumba de Genghis Khan permanece en esta entrada de forma, llamémosla, interina y a la espera de acontecimientos.

La tumba de Viriato

El misterio del enterramiento de Viriato empieza por la variedad de hipotéticos lugares en los que buscar, para los portugueses está en la Sierra de San Pedro o en la de la Estrella y para los españoles se localizaría en la Sierra de Gredos, en concreto en el Monte de Venus. También hay autores que localizan el Mons Veneris, con forma de mujer tumbada, entre la sierra de San Vicente y el cerro Guisando, cerca de la localidad de Cenicientos.

Si se sabe a ciencia cierta que el campamento romano de Servilio Caepión estaba muy cerca del Tajo, y que el de Viriato no podía andar muy lejos ya que los traidores que le dieron muerte no tardaron mucho tiempo en aparecer por el campamento romano, ya sabéis aquello del “Roma no paga a traidores”.

La narración del sepelio de Viriato nos ha llegado por fuentes romanas, por lo que hay que tomarlas con cautela. Según Diodoro los lusitanos honraron el cuerpo de Viriato en “una tumba singular y grandiosa, y celebraron junto a la tumba un combate de doscientas parejas de gladiadores”.

Apiano, otro autor romano, nos cuenta que el cuerpo fue incinerado “en una pira altísima” y también hace referencia, como Diodoro, a la lucha de gladiadores. Según una leyenda conquense esa “pira altísima” sería el Tormo Alto de la Ciudad Encantada de Cuenca.

La tumba de Viriato no ha sido encontrada, aunque posiblemente nunca fue el gran monumento funerario que cuenta Diodoro, ya que la situación bélica y de declive lusitano hacen pensar que lo mismo no estaban para muchos dispendios.



La siguiente entrada será para la que casi todos estaréis echando de menos,  una tumba que por derecho propio es el Santo Grial de las tumbas perdidas,  la de Alejandro Magno.


Fuentes:
arquehistoria.com
cenicientos.blogspot.com