martes, 26 de enero de 2010

De turismo por Troya


En nuestros días, el fenómeno del turismo no es algo nuevo ni extraño y es prácticamente imposible cruzar el desierto del Gobi sin encontrarte con una pareja del pueblo de al lado del nuestro. Esto que ahora nos parece, como digo, tan habitual, a comienzos del siglo XV no lo era tanto. En aquella época el viajar por placer se puede decir que no existía, por tanto había que aprovechar cualquier ocasión que se presentara, como por ejemplo que el rey Enrique III de Castilla y León le envíe a uno como integrante de una embajada a la corte del Gran Tamberlán de Persia. Esta oportunidad es la que aprovechó Ruy González de Clavijo, el cual, como buen viajero, llevó un diario de todo su periplo, tal es así que ha sido comparado con otro gran viajero, Marco Polo.


En uno de sus pasajes nos encontramos con la siguiente crónica que os resumo:


"El domingo por la mañana apareció a mano izquierda una isla que es ahora deshabitada y que ha ahora el nombre de Tenio. Este día hizo tiempo contrario y como quiera que la dicha isla estuviese cerca, y habían voluntad de tomar allí puerto, a la noche surgieron las anclas entre la tierra firme de la Turquía y entre esta dicha isla del Tenio, que es allí un estrecho para entrar a la Boca que dicen de Romania, y en derecho de donde fue poblada la grande ciudad de Troya y de allí aparecían los edificios de la dicha Troya y pedazos del muro aportillados a lugares, y la señal por do iba el muro adelante, y pedazos de torres enhiestas, comenzaba de un llano que estaba un poco arredrado de la mar, e iba adelante hasta unas sierras altas, en cabo de la ciudad aparecía una sierra alta y aguda y allí decía que solía ser el castillo que llamaban Elion. Esta isla que poblara el Rey Príamo, e hiciera en ella un gran castillo que es llamado Tenedon."


"Miércoles que fueron veinte y dos días del dicho mes de Octubre, tuvieron buen viento, hicieron vela y partieron de aquí. El viernes siguiente a hora de vísperas entraron por la Boca de Romanía y a la mano derecha apareció, en un otero alto junto del mar, un castillo, la cerca estaba desmochada y aportillada, decían que cuando los griegos pasaron de la Grecia para destruir a Troya, aquí en este castillo tuvieron su real, y delante este castillo estaban hechas unas grandes cavas que los griegos hicieron entre si, y la ciudad de Troya. En derecho de este castillo apareció otro en un cerro cerca del mar, aparecieron dos torres grandes y al pie de ellas unas pocas de casas. Y decía que desde el cabo de Santa María hasta allí duraba la ciudad de Troya"


Y me pregunto yo, ¿no nos dicen los actuales libros de historia que Troya fue descubierta por Schliemann con la sola guía de Homero? me da a mi que en el siglo XV ya era bien conocida su ubicación ¿no?

Mas info: Os podéis descargar el diario completo de Clavijo de la web del Cervantes Virtual

martes, 19 de enero de 2010

El Grimorio


Hoy me he levantado satánico, aunque no de Carabanchel, (genial presentación de Santiago Segura en El día de la Bestia, ), en fin que me pierdo, la cosa va ir de invocaciones al Demonio, más concretamente a los manuales que la literatura exotérica y la magia han ido recopilando con los rituales de invocación al Príncipe de las Tinieblas, me estoy refiriendo a los Grimorios.

Antes de proseguir he de avisar al posible lector de estas líneas que su lectura, posesión y distribución puede acarrearle un proceso por parte del Santo Oficio, con las incomodidades y tormentos que ello implica. Oficializada la advertencia legal, proseguimos con el quid de la cuestión; grimorio viene del francés grimoire, palabro que es una corrupción de grammaire, es decir, gramática. Y me pregunto yo ¿que tiene que ver la gramática con las invocaciones al Diablo? Pues la respuesta a esta pregunta viene del momento en que El Renacimiento comienza a brotar de entre el cenagal medieval y la cultura empieza a buscarse su hueco en la sociedad, un instrumento de esta renovación cultural fueron los libros de  gramática latina, tanta difusión tuvieron que el término gramática derivó en sinónimo de libro de enseñanza básica, esto chocó a la gran masa popular y analfabeta para la que cualquier libro que no fuese sagrado entraba directamente en el apartado de mágico.

Ya sabemos el origen del nombre, ahora veamos el origen de estos tratados en si, ya que si por grimorio entendemos un “libro de fórmulas mágicas...”, definición de la RAE, por fuerza nos tenemos que retrotraer hasta el Egipto Faraónico y su famoso Libro de los Muertos o el Libro de las Pirámides, también hemos de llegar a los antiguos babilónicos donde sus tratados “mágicos” impregnarían al judaísmo durante el destierro en Babilonia, origen de la Cábala judía, y será fundamentalmente de la mano de las obras judías la llegada a Europa de esta literatura. Su época de más esplendor serán los siglos XV, XVI y XVII cuando circulaban clandestinamente de ciudad en ciudad y de villa en villa; copiados a mano en secreto debido al peligro evidente que suponía su posesión ante la Inquisición. Esta difusión manual y clandestina hizo que con el paso del tiempo las distintas versiones de un mismo libro  fuesen muy diferentes entre si. En el XVIII algunos impresores franceses vieron viabilidad económica en estos manuales de magia y se deciden a publicarlos, coincidiendo en la época en la que surge la moda por las sociedades secretas como la masonería y la afición a la magia ritual que tendrían su gran momento en el XIX y comienzos del XX, sin duda la publicación de estos grimorios fue un gran negocio, tanto que en esta época además de publicar los antiguos se inventaron unos cuantos nuevos, o los mismos cambiándoles el título.

En España su difusión fue menor ya que la influencia censora de la Inquisición duró más tiempo que en el resto de Europa, no obstante también se dieron casos e incluso tenemos nuestro propio grimorio patrio “El Ciprianillo” del que hablaré más adelante. Menéndez Pidal en el libro “Historia de los heterodoxos españoles”, cita los libros De Invocatione Demonum, Liber Salomonis, quemados en el XIV en Barcelona y el Libre de Poridat también en catalán y de la misma época. Julio Caro Baroja en “Vidas mágicas e Inquisición” cita las obras quemadas al Marqués de Villena y la Clavícula de Salomón, claro que hay que tener en cuenta una cosa, el inquisidor normalmente no era una persona muy letrada, por lo que cualquier libro que no entendiese iba directo a la hoguera. En los siglos XVI y XVII se dieron condenas en Gran Canaria, Toledo y Burgos por la posesión de la Clavícula de Salomón y en Cuenca por la posesión del libro El Alma del Salomonis y el Picatrix.

Una vez conocida la historia, veamos algunos de estos libros, donde sus potenciales lectores podrán encontrar toda clase de rituales de magia negra y blanca, y el que es sin duda el ritual supremo “El Pacto con el Diablo”. Hay que tener en cuenta que estos pactos traen consigo la mayoría de las veces la pérdida del alma, engañar a Satanás no es fácil amigos, por lo que su ejecución queda bajo vuestra entera responsabilidad yo no voy a poner en riesgo vuestras almas inmortales describiendo los rituales, solo os describiré los libros más conocidos para que cada cual elija el que más le acomode:
  • El Gran Grimorio, empezamos fuerte, es el grimorio europeo por excelencia, el más extendido y del que derivan otros muchos como nuestro Ciprianillo. Este libro trata de la preparación del mago y de los instrumentos que necesitará en sus rituales, el círculo cabalístico, la invocación y el pacto con Lucifer. En este grimorio además se encuentra la Llave de los Pactos para dominar a los espíritus, el secreto para hablar con los muertos, la Cábala para ganar en la lotería y los llamados Responsos al Revés los cuales permiten devolver lo robado y castigar a los que nos quieren mal o nos han ocasionado algún daño. El supuesto autor sería un veneciano llamado Antonio el Rabino, el cual se habría basado en unos textos autógrafos del mismísimo rey Salomón.
  • El Grimorium Honorii Magni (o Libro del Papa Honorio), es el considerado como el más diabólico y blasfemo ya que está basado en el ritual católico. Fue publicado en latín en Roma en 1629, pero fue su traducción al francés en 1670 lo que le hizo ser conocido. Su autoría es atribuida al papa Honorio III el Grande (1216-1227). En él aparte de las invocaciones, encontramos recetas para el amor y la salud y protección contra animales dañinos.
  • El Grimorium Verum, este trata fundamentalmente del Pacto con el Diablo y como tratar con las potencias infernales (Lucifer, Belcebú y Astarot), en otros grimorios estas potencias ascienden a 7, así que si queréis ir directamente al grano este es vuestro libro. La fecha “oficial” de la publicación de este libro es 1517 por Alibeck “el Egipcio”, realmente parece que se publicó en 1817.
  • El Gran Libro de San Cipriano, o Ciprianillo. Como ya he apuntado este grimorio es hijo del Gran Grimorio y fue el libro prohibido más difundido en España. La leyenda dice que entre las meigas se rumorea que en los sótanos de la Catedral de Santiago de Compostela hay encadenada una copia de este libro.
  • Las Clavículas de Salomón, es uno de los más prolíficos, guarda gran similitud con el Grimorium Verum y con algunos de los Libros de San Cipriano. Lo más curioso es sin duda su nombre, ya que lo normal es pensar que se refiere a los huesos de los hombros del famoso rey bíblico; pero no, el nombre de clavícula es una malísima traducción del latín clavis, es decir, llave o clave. Su nombre correcto debería ser las Claves de Salomón.

A lo mejor el lector iniciado en estas artes echará de menos un grimorio muy famoso, el conocido como Necronomicón cuya lectura provoca la locura y la muerte, el motivo de no incluirlo es que realmente no existió, se trata de una referencia constante en las obras de H.P. Lovecraft, pero es totalmente ficticio.

Fuentes: RAE, Wikipedia, www.escalofrio.com y www.esquinamagica.com

jueves, 14 de enero de 2010

El sujetador

Sujetador, sostén, corpiño, brassiere, portasenos, tetero, ... cuantos nombres para denominar a esta prenda con la que las mujeres visten sus senos y contra la que forcejean los hombres al desvestirlos.

La historia de esta prenda es relativamente reciente ya que aún no ha cumplido los 100 años, sin embargo la lucha de la mujer contra los efectos de la gravedad en su busto viene de antiguo, tan antiguo como que hace 4500 años las cretenses utilizaban una prenda que elevaba sus senos para ser exhibidos desnudos fuera de la ropa. Romanas y griegas, mas recatadas ellas, utilizaron bandas de seda para sostener sus pechos, tal y como atestiguan los mosaicos de la Villa Imperial del Casale en Sicilia (visita que aprovecho para recomendar):




Tras la caída de Roma, la oscuridad medieval llegó también a la ropa íntima, y esta no pasó de refajos y vendajes más o menos toscos, con más o menos delicados tejidos. Se hubo de esperar hasta el siglo XIX para que el gusto a la lencería retornase a la moda, este retorno vino de la mano del corsé que patentó el neoyorquino Henry Lesher, el cual estaba construido con un armazón metálico, también los hubo que utilizaron barbas de ballena, en 1863 Luman Chapman registró el medio corsé, con lazos cruzados en la espalda y ajustados en el abdomen, ¿quien no recuerda la escena de “Lo que el viento se llevó” en la que Escarlata es encorsetada por la criada? A pesar de la tortura que suponía su uso, y el descomunal y antinatural moldeo del cuerpo, tanto que se llegaban a desplazar los órganos internos, el corsé tuvo gran éxito, lo que llevó a ser vendido por todo el mundo y donde no llegaba se servía por correo.

El salto de calidad y de comodidad llegó en 1914, cuando Mary Phelps Jacob ayudada por su criada recortó dos triángulos en tela y los ató a una cinta para poder lucir un vestido escotado. El sujetador recibió el impulso definitivo con la I Guerra Mundial, a pesar de su inventora  que era una antibelicista militante y fundadora de la organización Mujeres contra la Guerra, ya que el gobierno estadounidense lanzó una campaña en contra del uso del corsé, con la que pretendían ahorrar 28.000Tm de metal, el equivalente a dos barcos de guerra de la época. Mary Phelps vendió poco después su patente por 1500$, creo que sus herederos aún andan tirándose de los pelos.


Desde ese momento, la trayectoria del sostén ha sido impecable y hegemónica, en 1935 se registró en USA el nombre de Wonderbrá (sujetador maravilloso) por parte de una empresa canadiense, sostén que en Europa conoceríamos en los 90 de la mano de Adriana Karembeu, quiero decir en los senos de Adriana Karembeu, la última barrera que rompió el sujetador fue en 1945 cuando este se hizo por fin visible y público con el invento del bikini. En los 60 el movimiento Hippie hizo de la quema de sujetadores una de sus banderas como símbolo de la liberación de la mujer, su ejemplo no cundió y hoy hay sostenes de todas clases: invisibles, con pedrería, de lactancia, con relleno, reductores, deportivos y hasta comestibles, todo un mundo.

Fuentes: Diário Clarín del 01 de Noviembre de 2005 y Wikipedia


lunes, 11 de enero de 2010

Código de Circulación de 1926


La primera Administración encargada del tráfico rodado en España se creó en 1778 y era definida como la encargada de la “seguridad y comodidad de los caminos y tránsitos para la fácil comunicación”.


Sin embargo, el comienzo de la era del automóvil moderno en nuestro país tiene su pistoletazo de salida en 1899, unos 15 años después de su invención por los alemanes Karl Benz y Gottieb Daimler. En 1900 se aprueba el “Reglamento para el Servicio de Coches Automóviles por las Carreteras del Estado”. Este reglamento aportaba como datos curiosos la limitación de la velocidad a 28Km/h en carretera y a 15 km/h por ciudad, en este reglamento también se establecía ya la obligatoriedad de matricular los vehículos, siendo el primer vehículo matriculado  un Clement en Palma de Mallorca y contó, como no podía ser de otra manera, con la matrícula PM-1.


La primera modificación al reglamento de 1900, vino en 1918 y el primer Código de Circulación en 1926, el cual hubo de ser modificado en 1928. Este código volvió a quedarse obsoleto y en 1934 se redactó el que habría de ser la piedra angular de todas las reglamentaciones de tráfico en nuestro país. El código de 1934 estuvo en vigor hasta 1959, momento en el que se funda la DGT y donde se establece que la vigilancia del tráfico sería desempeñada por la Guardia Civil. El código del 59 estuvo vigente hasta 1989, momento en el que entró nuestro actual código, el cual ha tenido sus modificaciones pertinentes como el ya famoso carnet por puntos.


¿Y a que viene todo esto? Pues que esta entrada trata sobre el primer código que recibió este nombre, es decir, el de 1926 y que La Voz de Cuenca adelantaba el 12 de Julio de 1926 a sus lectores. Entre las novedades de esta reglamentación se establece que será competencia de las Jefaturas de Obras Públicas la expedición de los permisos de circulación y no de los Gobiernos Civiles como había sido hasta entonces y que el que quisiera acceder al permiso tendría que superar unas pruebas de aptitud, es decir, estableció los exámenes de conducir, que como veremos no diferían demasiado de los actuales.


Se creaban entonces dos clases de permisos, el de primera clase que “autoriza a conducir toda clase de vehículos” y el de segunda que “autoriza a conducir vehículos de servicio particular”.


Los requisitos para acceder al permiso de segunda clase eran los siguientes:


  • Presentar dos fotografías, una de las cuales será entregada al examinador y devuelta por este junto al resultado de la prueba, a fin de que pueda comprobar la identidad del interesado. Esto era importante ya que por entonces el DNI no existía.
  • Certificado médico que demuestre que no se padecen defectos orgánicos que incapaciten para la conducción.
  • Partida de nacimiento para acreditar la edad, esto nuevamente necesario al no existir un documento de identidad. La edad tenía que estar comprendida entre los 18 y los 67 años.
  • Conocer las disposiciones vigentes sobre tránsito por las vías públicas, es decir, el código de la circulación
Hasta aquí la verdad es que no hay muchas diferencias con nuestros actuales exámenes, sin embargo 1926 era otra época y esto habría de reflejarse en el código, así entre los requisitos curiosos encontramos:
  • Saber leer y escribir.
  • Certificado de Penales, carnet militar o certificado de buena conducta para los extranjeros.
  • Si el solicitante no está emancipado, son menores de edad o hembras deberán presentar la autorización paterna o marital pertinente, es decir, las mujeres solo se podían sacar el carnet de conducir con el permiso de su padre o el de su marido, y los varones que aún vivieran con sus padres también tenían que pedirles permiso aunque fueran mayores de edad.
Estos que hemos visto eran los requisitos para el carnet de segunda, para el carnet de primera nos encontramos con muchas más notas curiosas y otras no tanto, por ejemplo entre las segundas se solicita presentar un certificado de aptitudes psicofísicas. Entre las llamativas vemos:


  • Edad mínima de 23 años y máxima de 67, es decir, se requiere más edad que para el de segunda.
  • Talla mínima de 1'45 y un peso máximo de un 60% en kilos de la talla en centímetros, por lo que los muy bajitos y los obesos no podían acceder al permiso.
  • Nada de alcoholismo ni otras toxicomanías. En esto el código era especialmente severo, ya que remarcaba “siempre que sea sorprendido un conductor en estado de embriaguez conduciendo su vehículo, se le retirará el carnet por un mes; si reincide en la falta por tres y a la segunda reincidencia, de modo definitivo”, una norma sin duda muy actual y necesaria.
Además de estos requisitos los aspirantes a carnet de primera habían de pasar por más pruebas unas mecánicas y alguna un poco suigéneris:
  • Presentar una certificación oficial de una Escuela Industrial que acredite haber cursado con aprovechamiento el curso de conductor mecánico y haber desempeñado 12 meses como mínimo de prácticas.
  • Si no se tenía el certificado anterior el aspirante tenía que pasar unas pruebas de aptitud ante el Ingeniero Inspector, como el montado y desmontado de la pieza o piezas que le señalara el examinador.
Y la que es mi prueba favorita; el aspirante tenía que demostrar sus aptitudes circulando a una velocidad de nada más y nada menos de 60 km/h durante un mínimo de 2000 metros. Esto nos suena a broma ahora, pero me gustaría ver alguna de las carreteras por las que tenían que hacer este sprint, que a lo mejor cambiábamos de idea.
Por último, en 1926 como ahora todo esto no era gratis y tenía su precio, que eran de 8 pesetas el examen de segunda y de 15 el de primera, además de abonar estos derechos de examen tenías que añadir otras 3 pesetas para pagar la libreta que constituía el carnet físico y si tenías la mala suerte de perderle pedir un duplicado te costaría 2 pts.

Fuentes: Periódico "La Voz de Cuenca" del 12 de Julio de 1926, web de la DGT.