lunes, 1 de febrero de 2010

La Leyenda de la Cruz de los Descalzos

Recientemente el Ayuntamiento de Cuenca ha llegado a un acuerdo para la restauración de la Cruz de los Descalzos, situada en las cercanías de la ermita de la Virgen de las Angustias (patrona de la provincia de Cuenca), esta noticia junto a la sugerencia que un paisano me dejó en un comentario, es el motivo de la presente entrada.

Esta cruz es una muestra de las leyendas conquenses, posiblemente una de las más conocidas, en la actualidad solo conserva la base y casi todo el larguero longitudinal habiendo perdido hace muy pocos años el transversal y la parte superior, lo cual es una pena. No obstante la cruz conserva el símbolo que la hace única y legendaria, su mano de piedra.

En el siguiente relato, la leyenda y los lugares son ciertos, el desarrollo, los nombres y las circunstancias de los personajes son totalmente ficticios.

Hacía poco más de un mes que Antonio había vuelto de pasar las fiestas Navideñas de casa de Don Justo en Las Majadas. Don Justo, era propietario de una de las mayores explotaciones madereras de la serranía y mandaba varias cuadrillas de gancheros, se puede decir que controlaba un buen pedazo del emporio forestal de la provincia, y claro, Antonio como prometido de su única hija no iba a hacerle el feo de rechazar la invitación. Además ya tenía planificadas unas cuantas salidas con los amigos para los próximos bailes de carnaval. Por todo ello cuando su madre le pidió que pasara el día de Jueves Lardero con su familia y vecinos, Antonio no pudo decirle que no.

La mañana del jueves, Antonio madrugó más de lo normal para ir a su herrería de la Puerta de Valencia y hacer lo más imprescindible antes de la hora de partir a comer con la comitiva de familiares y vecinos. La herrería la había heredado con 12 años cuando su padre falleció. Bueno había heredado el negocio, y a su tío Hilario, un torpe retrasado y medio tullido. Antonio se consolaba

-          Solo me queda hasta abril, en abril casaré con Pura y trabajaré para su padre en la dirección de sus negocios. Y esta herrería, con todo lo que contiene, incluido mi tío, en lo que a mi respecta, lo puede arrastrar el Huecar en la primera crecida que venga.

Al mediodía, cerró el negocio y junto a su tío fue en busca de su madre que ya habría terminado los preparativos para el almuerzo y la merienda de la jornada. Jornada que a pesar de los pesares se presentaba soleada y con buena temperatura, algo que se suele agradecer en los febreros conquenses. Cuando llegaron a su casa, en pleno Barrio de San Martín, ya andaba por allí la prole de sus hermanas, sus cuñados medio bebidos y la sección de cotillas del barrio en plena formación, ¡Que ganas de dejar esta vida!

Cada familia cargó con sus petates de viandas y emprendieron la marcha hacia la otra parte de la ciudad,

-          ¡Que ya son ganas de complicarse la vida! ¿no podríamos pasar el día entre los hocinos? ¡No!, hay que ir a la otra punta...

Se iba diciendo Antonio, camino de la Fuente del Abanico en el Juego de Bolos, lugar elegido para lardear por su madre, hermanas y vecinas, los hombres ni pinchaban ni cortaban en la intendencia doméstica.

A pesar de llegar un poco tarde no cogieron mal sitio. De algo había servido mandar una avanzadilla de mocosos para hacerse hueco entre las mesas ya dispuestas en la zona cercana al Puente de los Descalzos. Rápidamente las mujeres dispusieron el almuerzo mientras Antonio y sus cuñados se dedicaron a mirar al cielo con la bota entre las manos. Él pensaba ya que esa tarde iba a ganarles unos cuantos duros a los beodos jugando a bolos.

Y así ocurrió, poco antes de la merienda les llegó el turno de juego y Antonio se recreó y se adornó  en sus lanzamientos ante los asistentes como pocas veces solía hacer, pero algo empezó a perturbarle,

-          he visto unos ojos negros entre las mujeres que no conozco. ¿No habrá sido mi imaginación?, aquí conozco a todo el mundo y no me suenan de nada unos ojos rasgados en negro como esos.
-          Si... los he vuelto a ver, no hay duda. Creo que hay una belleza nueva entre la vecindad y no la conozco... pero esos ojos me miran de forma distinta ¿quien será?

Ya no volvió a ver esa mirada en toda la tarde. Tras la merienda las mujeres marcharon antes con los niños, para bañarlos y acostarlos mientras preparaban una cena ligera. Los hombres quedaron recogiendo las basuras, y cargando los tableros y los caballetes de las mesas en una galera. No había sido un mal día después de todo, había desplumado a sus cuñados y había sido admirado por los ojos más bellos que Antonio recordaba, pero ¿a quien pertenecían?

Cuando Antonio, fue a recoger sus cosas, la volvió a ver, ahora no había ninguna duda esos ojos, pertenecían a una bella muchacha no mayor de 16 años, morena, alta, con curvas de mujer pero con la suavidad de líneas que la pubertad reciente da. Lo estaba mirando entre los árboles cerca del puente.

-          ¿que haces aquí muchacha?
-          volví porque me dejé olvidada la toquilla en el poyo de la fuente.
-          ¿quien eres? Si fueses de por aquí sin duda te conocería. Aquí nos conocemos todos.
-          pues, soy de aquí, bueno de aquí y de muchos sitios. Me llamo Luz
-          ¿como puede ser eso de ser de muchos sitios? Luz
-          es que viajé mucho y quedé huérfana de muy chiquita y he andado de aquí para allá con mi abuelo que es barbero. Hoy estoy aquí porque me ha traído una mujer que ha entrado a servir en su casa.
-          mmm interesante vida muchacha. Pero ya es muy tarde y nos es bueno que una chica guapa ande sola, así que si quieres te acompañaré. Mi nombre es Antonio.

Galantemente ofreció su brazo a la joven y la encaminó por el camino de la ermita de la Virgen de las Angustias, que era el camino mas corto a la parte alta de la ciudad pero también el más solitario y oscuro, sin duda Antonio estaba pensando en todas las posibilidades. Llegando a las escaleras de la parte de atrás de la ermita Luz tropezó torciéndose un tobillo, por lo que su acompañante hubo de ayudarle para terminar la ascensión. Al llegar a la explanada de entrada, Antonio le preguntó,

-          ¿quieres pasar a la iglesia? Te puedes sentar en un banco y reposar un momento tu pié
-          No gracias. Si yo entrara a la ermita tendría necesidad de hablar mucho con la Virgen y podría estar toda la noche. Mejor me siento aquí en el muro de piedra ¿me puedes cobijar un poco con tu brazo? empiezo a tener frío.

Antonio no se hizo de rogar, acunó a su joven compañera con sus fuertes brazos de herrero, y ella se dejó hacer ¿quien iba a resistirse a esos ojos? Enseguida llegó la oscuridad y con ella los besos y las caricias.

-          empiezo a tener mucho frío, y o lo solucionas o me voy que tener que ir a casa de mi abuelo
-          ¿que quieres mi Luz? Que yo haré lo que me pidas.
-          Pues por aquí y a estas horas, mmm solo se  me ocurre que te entres a la ermita y me traigas el manto de la Virgen.
-          ¿el manto de la Virgen? ¿estás locas?
-          ¿por qué no? Ella es mujer, seguro que lo entenderá ¿o es que es mentira lo que me has dicho?
-          De mentira nada, yo cumplo... esta noche te daría mi alma si me la pidieras.
-          Bien, si es tu deseo... Pero ahora ve a por el manto, me estoy congelando.


Antonio, con más miedo que otra cosa, pero inflamado por el deseo se adentró en el pequeño templo, cuando estuvo frente a frente con la Virgen se dijo,

-          Realmente tú no lo necesitas, no dejas de ser una imagen de madera, la verdadera Virgen está en la Gloria y no necesita de mantos de terciopelo.

Con gran esfuerzo debido al peso, Antonio consiguió llevar el manto a su amada. Tan grande era la tela que bajo ella se pudieron cobijar ambos. Ahora, guarnecidos del frío por el manto y con toda la pasión del mundo a punto de desatarse, la ropa empezó a aflojarse en su interior. En un momento dado accediendo bajo las enaguas de Luz, Antonio se topó con un áspero vellón de lana y no pudo reprimir el grito de sorpresa y de espanto

-          ¿que es esto?
-          Mi piel, has llegado a mi verdadera naturaleza

Antonio pávido, se incorporó de un salto

-          ¿quien eres?
-          Uy! Difícil pregunta Antonio, durante eones he recibido muchos nombres e interpretaciones, pero últimamente se me conoce como Luz, Luzbel, o como súcubo o simplemente demonio o diablo, así que tu mismo puedes elegir la forma de nombrarme

Él, aterrado de la terrible blasfemia que acababa de cometer trató de correr hacia la iglesia, pero la bestia, despojada ya de su apariencia humana le cortaba el paso, así que huyó en dirección contraria, hacia la Plaza Mayor. A su derecha vio la Cruz de los Descalzos, se arrastró hacia allí y cuando tocó la base de la cruz su mano quedó petrificada en ella. Su alma ya no pertenecía a la luz sino a las tinieblas.

19 comentarios:

La Dame Masquée dijo...

Ah, que preciosa leyenda, monsieur! Me ha tenido usted aqui sin aliento hasta llegar al final.
Si es que el diablo se disfraza mas que Mortadelo, que barbaridad. No se puede una fiar de nadie!

Buenas noches, monsieur

Bisous

Xibeliuss dijo...

Preciosa entrada, José Luis. Hermosa leyenda con todos los elementos clásicos.
Saludos.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Dama,

Me alegro que te haya gustado... es mi primera entrada/relato y no estoy muy seguro del resultado...

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Xibeliuss,

Pues a saber cual es la verdadera razón de la mano en la cruz... ya que lo de las visitas de súcubos como que no me cuadra demasiado, pero es totalmente entendible que en un ambiente supersticioso se le diera esta orientación, en Cuenca y en muchos otros lugares...
Como bien apuntas esta es una leyenda con todos los tópicos...

Un saludo

Cayetano dijo...

Una leyenda muy al estilo de Bécquer.
Le está bien empleado al galán por pederesta. La chica no tenía ni 16 añitos. ¡Qué truhán!
Saludos.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Bueno Cayetano...

Dada la época de la leyenda seguramente el galán tampoco andaría muy lejos de esa edad...

Juan dijo...

Vaya vaya, además de buen historiador eres un buen escritor de ficción. ¿Seguro que no eres licenciado en Historia y en Filología Hispánica?. Cayetano se me adelantó en la cita becqueriana. Me recuerda a una ambientada en la Guerra de la Independencia, en la que un oficial francés es abofeteado por una estatua pétrea.
Saludos Mr.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

JAJAJAJA!!!! Juan eres un cachondo... no me jalees que ya me empiezo a ver ganando el próximo premio Planeta... bueno mejor finalista que prefiero empezar poco a poco ...

Nikkita dijo...

Hola Jose Luis, no parece para nada tu primer relato, la leyenda no la conocía y me ha encantado, pero leer el relato me ha tenido en suspense hasta el final... enhorabuena!.
Besos

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Muchas gracias Nikkita...no se si me animaré a otra... si venzo el pudor que me supone...

Nikkita dijo...

Deberias :)

UnConquenseMás dijo...

Jose Luis, gran entrada, como no podía ser de otra manera, y además refiriéndose a tierras propias, aún mejor. Muy buena combinación entrada/leyenda/relato, es una forma muy buena de cambiar o alternar el modelo original de presentación. Creo que ha gustado.

Curisamente, sin embargo, la leyenda que a mi me había llegado posee un final diferente. Pego aquí la parte final.(Nota: Originalmente ambientada en el S. XVI-XVII)

"Ella le pidió que D. Diego la poseyera en esa noche cristiana de TODOS LOS MUERTOS; él lleno de pasión accedió a sus peticiones, levantándole la falda. No dio crédito a sus ojos,de repente, su mundo se derrumbó, aquello que debería haber sido unas suaves y delicadas piernas realmente eran unas peludas y grasientas patas de cabra.
Ahora lo entendió todo, había vivido en pecado, había deshonrado a su familia y el diablo en forma de hermosísima mujer quería poseer su alma pecadora.
Lleno de desesperación se agarró a la Cruz de los Descalzos rogando a Dios que le perdonara. Tanto fue su intensidad y su deseo de perdón que la huella de su mano quedó marcada en la Cruz. El diablo desapareció al ver que no tenía alma que poseer."

Este final es un tanto más optimista, jeje, al final se salva. Aunque la moraleja es la misma.

Enhorabuena de nuevo por la entrada.Un fuerte abrazo.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Paisano,

Efectivamente por internet yo también he encontrado la versión que indicas, en la que yo me he basado (no la he reflejado de forma literal) es la que me contaron en el colegio, y puede que el maestro se tomara alguna licencia de su cosecha.
Además de esta leyenda sobre el diablo, también existe otra ambientada en el XVI según la cual la cruz fue obra de un tal Giralde. El cual estaba enemistado con la iglesia por la muerte de su hijo en la obra de un templo, estando en una tormenta cobijado bajo un olmo en la puerta del convento de los descalzos fue alcanzado por un rayo.
Los frailes le cuidaron, y le insistieron en pasar a ver a la virgen, al entrar cayó postrado diciendo que aquellos eran su mujer y su hijo.
En agradecimiento, Giralde, imaginero de profesión, esculpió la cruz en el lugar donde cayó el rayo y con la mano como símbolo de la ayuda recibida...

UnConquenseMás dijo...

Vaya, una nueva alternativa, no conocía la de Giralde, asi que libertad de elección según gustos!
Gracias por la info, un abrazo.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

De nada paisano!!! las leyendas es lo que tienen... que nunca son exactas ;)

Ccasconm dijo...

Un relato digno de la pluma de Becquer, ideal para leer en la noche de Todos los Santos, como hacía siempre mi padre.

Y es que las leyendas tienes tanta poesía y son tan hermosas como las verdaderas narraciones históricas.

Un beso Jose Luis

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Muchas gracias Carmen por tu comentario... las leyendas como los cuentos es lo que tienen que suelen ser bellas historias...

Rosy Rodríguez dijo...

Estoy buscando una leyenda para mi hijo de 5º de primaria, ya que se la han pedido en el colegio.
Leyendas, por supuesto que existen muchas, pero quisiera que llevara ésta de la Cruz a la Bajada de las Angustias, en agradecimiento a aquella persona conquense que me paseó por esa zona,gace unos 20 años, el primer día que conocí Cuenca, procedente de Tenerife.
Quedé enamorada de todas las leyendas que día tras día me iba contando y ,al final,me regaló un libro de María Luisa Valejo.
Nunca tendré palabras para agradecer a CUENCA lo feliz que fui con sus gentes y sus leyendas. Rosy

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Muchas gracias Rosy por elegir esta leyenda para tu hijo, espero que le guste tanto como a ti.

Como conquense no puedo nada más que sentirme muy agradecido por tus palabras y tremendamente orgulloso de que mi ciudad te causara tan gratas sensaciones.