martes, 29 de marzo de 2011

"Hazañas" Bélicas VII. La Batalla de Los Cuernos de Hattin

La entrada de hoy es uno de los más claros ejemplos de La Historia en los que la incapacidad  y la arrogancia del mando lleva al desastre a un ejército entero. Una vez más podríamos estar ante un suceso casi cómico si no estuviéramos hablando de la muerte de miles de hombres.

Corría el año 1187 con Las Cruzadas en todo su apogeo, cuando el famoso sultán Saladino emprendió una de sus victoriosas campañas. El primer capítulo lo escribió en la Batalla de Seforia donde se despachó a gusto con el ejército de Gerard de Rideford. El siguiente paso fue sitiar Tiberiades donde se encontraba Echive, esposa de Raimundo de Trípoli. Acción que no era  más que un señuelo para sacar a los cruzados hacia un terreno que le fuera propicio a Saladino.

El propio Raimundo viendo clara la jugada se inclinó por dejar caer Tiberiades, a pesar de estar allí sitiada su mujer.

 Hasta aquí todo ha ido dentro de lo que la lógica impondría como la forma correcta de proceder, pero es justo en este momento cuando entran en juego los grandes incapaces de esta historia, a saber, Gerardo de Rideford, que andaba más que ansioso por borrar su derrota de Seforia y el pusilánime de Gido de Lusignan,a la sazón Rey de Jerusalén, que desoyendo toda prudencia y de forma totalmente inverosímil se dejó convencer para salir al encuentro de Saladino en unas condiciones que les eran totalmente desfavorables.

Cuando el ejército cruzado, formado en su mayoría por caballeros templarios y hospitalarios, contactaron con las primeras unidades musulmanas, arqueros montados de Saladino, ya habían perdido casi todos sus caballos por falta de agua. En este momento Gido es consciente del lío en el que se ha metido, y trata junto con Raimundo de Trípoli de rodear el pueblo de Hattin, cercano a Tiberiades, a fin de alcanzar un pozo de agua. Pero Saladino, que tonto no era, les tenía cortado, y bien cortado el camino.

Cuando los cruzados agotaron sus reservas de agua la cosa empezó a cobrar tintes dramáticos, desplegados en tres columnas entre dos colinas llamadas Los Cuernos de Hattin, tenían que llegar al pozo si o si. En un principio los cruzados llegaron a tomar posiciones estratégicas en el campo de batalla, pero tuvieron que abandonarlas pronto para no morir asfixiados, al prender fuego las tropas musulmanas al abundante matorral de la zona.

Así la cosa, Saladino se tomó su tiempo para dar el asalto final, total ¿para qué iba a sacrificar las vidas de sus soldados cuando la fruta iba a caer por si sola de madura?, si Gido hubiera tenido esa inclinación hacia sus tropas quizás la batalla habría tenido otro escenario e incluso otro desenlace.

Las tropas cristianas no tenían más salida que atravesar las líneas enemigas, pero para unas tropas cansadas, sedientas y malísimamente equipadas para un combate pie a tierra era una misión prácticamente imposible el conseguirlo. Cuando Raimundo de Trípoli cargó, Taqi al-Din, sobrino de Saladino, se limitó a dejarle pasar y cerrar sus filas cuando los cristianos rebasaron su línea, Raimundo se encontró solo y fuera del alcance de todo socorro por parte de sus compañeros, no quedándole más salida que huir hacia Tiro.

La infantería cruzada escaló la colina norte, un nuevo error, ya que fueron acosados hasta verse en la disyuntiva de morir arrojados al vacío o rendirse.

En este desbarajuste es cuando Saladino lanza su ataque final, capturando al Rey Latino de Jerusalén Gido de Lusignan y a Reinaldo de Châtillon, este último considerado por Saladino su peor enemigo. Y motivos no le faltaban al Sultán para este odio, ya que Reinaldo había sembrado el terror entre las caravanas y la población local, tanto musulmana como cristiana. En una de sus “cacerías” había resultado muerta una hermana de Saladino, y este juró cortar la cabeza del responsable en su propia tienda, y así lo hizo. Esto no era habitual ya que por estos prisioneros de “calidad” se obtenían importantes rescates.

Además de la derrota y entrando una vez más en el anecdotario, al final de esta jornada La Cristiandad no solo sufrió una merecido y humillante varapalo, sino que perdió también la reliquia considerada como la de La Vera Cruz, es decir, según la tradición la cruz  en la que murió Jesucristo.

Fuente: Wikipedia


7 comentarios:

La Dame Masquée dijo...

Un desastre completo el que se esconde tras ese curioso nombre, en efecto. Menuda panda de inutiles es capaz de reunirse a veces, monsieur.

Feliz dia

bisous

Cayetano dijo...

Saladino era un gran estratega, duro de pelar. Y sobre el tema de la "veracruz"... En fin: si juntáramos todos los pedazos que dicen pertenecer a la verdadera cruz, tendríamos no ya para una cruz sino para construir el Arca de Noé. Jejeje.
Un saludo.

Ccasconm dijo...

Un conjunto de despropóstiso inverosímiles para las tropas cruzadas. Y todo por un bien preciadísimo ahora y siempre: el agua potable.

Saludos

desdelaterraza-viajaralahistoria dijo...

Parece que aquello fue un despropósito detrás de otro; y sin caballos, sin agua y con ineptos al mando, que otra cosa que podía hacer sino perderlo todo. Un saludo, José Luis.

Anónimo dijo...

El problema principal es que los Estados cruzados de Ultramar siempre tuvieron un problema enorme: la escasez de hombres capaces de llevar las armas. Estas bajas hubieran sido mucho menos duras para cualquier estado pero para el Reino de Jerusalén y el resto de estados cruzados fue un golpe determinante. Más les hubiera valido permanecer tras las murallas de sus poderosas fortalezas o plantear batalla en su propio terreno, donde los suministros no escasearan y la caballería pesada podría haberles sido de utilidad. Pena para el reino de Jerusalén el haber perdido la guía del brillante Rey Leproso, Balduino IV, que fue sustituido por esta pandilla de ineptos. Sólo la tercera cruzada, que parecía haber quedado desarbolada tras la muerte de Barbarroja, pararía la casi segura expulsión de los cruzados de estas tierras. Tuvieron suerte de que en el último momento apareciera un general capaz, Corazón de León, con suficientes hombres como para parar la avalancha musulmana.
Un saludo José Luis!!

Xibe dijo...

No hay que menospreciar la cuota de estupidez de Gido y Gerardo; pero Saladino era - y aquí lo demuestra una vez más - un gran estratega. El tiró la red... y los peces entraron.
Saludos, Jose Luis

CAROLVS II, HISPANIARVM ET INDIARVM REX dijo...

Un ejemplo más de la pusinalimidad de muchos generales a lo largo de la historia que costaron vidas, reinos e incluso Imperios. Saladino al final pudo vengarse de su enemigo con sus propias manos.

Un saludo.