jueves, 17 de septiembre de 2009

Mal momento para caer al agua

Un crucero en aguas tropicales, o una estancia en una isla perdida del Pacífico puede ser el sueño de muchos, pero cuando ese viaje se da en medio de una guerra y en compañía no deseada. La a priori ensoñación, puede transformarse en la peor de las pesadillas.


El naufragio del USS Indianápolis

En la medianoche del 30 de julio de 1945, un submarino I-58 de la Armada Imperial Japonesa disparo dos torpedos contra el barco de la Armada Norteamericana USS Indianápolis, el primero hizo desaparecer la proa, el segundo impactó inutilizando el sistema eléctrico, eliminando cualquier posibilidad de enviar un SOS. El barco se hundió en doce minutos. De las 1196 personas a bordo, unas 300 se hundieron con el buque y las restantes 900 cayeron al mar sin botes salvavidas y sin comida ni agua.

Esos marineros no sabían que no se había notificado al Comando en Jefe del Pacífico acerca de la presencia del Indianápolis en la zona. El barco regresaba de la entrega de una carga tan secreta que ni el mismo capitán conocía, un cargamento que cambiaría la guerra, se trataba del resultado del Proyecto Manhattan: el uranio enriquecido para la bomba que el Enola Gay dejo caer sobre Hiroshima.

Al amanecer del primer día los tiburones aparecieron. Unos pocos tiburones tigre que comenzaron a rodear a los náufragos.

A media tarde cientos de escualos infestaban las aguas. Los marineros, cada vez que uno de los tiburones comenzaba el ritual del circulo (comportamiento común de ataque del tiburón tigre) comenzaban a patalear y a gritar esperando asustar a los tiburones.

Al tercer día la situación se complicó aún más. Además de aumentar el número de tiburones, algunos náufragos comenzaron a beber agua salada. Lo que produjo en algunos de ellos alucinaciones que los llevaron a alejarse de los grupos para ahogarse y ser devorados.

A las 11 de la mañana del cuarto día, el teniente Wilbur Gwin al mando de un bombardero PV-1 Ventura (sin duda un nombre muy apropiado a la situación) descubrió a los náufragos de forma accidental. Reportó el incidente y la localización a su base con el siguiente mensaje ¡muchos hombres en el agua! A la base le costó reaccionar ya que no constaba la presencia de ningún barco en esa zona, pero ante la insistencia del teniente Gwin la base envió un hidroavión PB-Y Catalina al mando del teniente Adrian Marks, quien en pleno vuelo solicitó al destructor USS Doyle que acudiera al lugar. El capitán del Doyle decidió dirigirse sin esperar autorización. El teniente Marks descubrió una escena patética: los náufragos estaban siendo atacados por tiburones y las muertes se daban minuto a minuto.

La tripulación del avión comenzó a arrojar botes salvavidas, pertrechos y alimentos. Y desobedeciendo ordenes expresas de no amerizar, el teniente Marks descendió y comenzó el rescate de los que estaban separados del grupo. En ese momento el teniente cobró conocimiento de que los náufragos eran tripulantes del Indianápolis.

Al anochecer, el teniente Marks seguía rescatando marineros. Una vez llena la capacidad del avión comenzó a atarlos con cuerdas de paracaídas al fuselaje y a las alas. Marks y su tripulación pudieron salvar a 56 hombres. En plena oscuridad llegó el USS Doyle, paró maquinas y comenzó a transportar a los hombres que Marks tenía en su ya inutilizado avión.

Despreciando su propia seguridad el Doyle encendió sus faros para orientar a los náufragos hacia el barco.

Novecientos hombres cayeron al agua el 30 de julio, el 3 de agosto fueron rescatados trescientos dieciséis.

La Batalla de la Isla Ramree

La batalla comenzó con la Operación Matador, para capturar el puerto de Kyaukpyu situado en la isla Ramree. Para ello la Marina Real Británica asignó un acorazado y un portaaviones para proporcionar apoyo a la fuerza de desembarco.

El 21 de enero de 1945 el acorazado Queen Elizabeth abrió fuego, mientras que aviones del portaaviones Ameer actuaban como observadores. También se sumaron al bombardeo el crucero ligero Phobe, junto con B-24 Liberators y P-47 Thunderbolts de la RAF. Las tropas de asalto desembarcaron sin resistencia y aseguraron la cabeza de playa.

En Ramree desembarcaron las brigadas indias 4º, 26º, 36º y 71º. Cuando la Infantería de Marina flanqueó un punto fuerte japonés, sus novecientos defensores abandonaron la base y fueron a unirse al mayor batallón de fuerzas japonesas que permanecía en la isla. La ruta obligó a los japoneses a cruzar 16 kilómetros de manglares. Mientras trataban de abrirse paso por los espesos bosques, las fuerzas británicas rodearon la zona. Atrapados en el barro, los japoneses empezaron pronto a sufrir, enfermedades y la presencia de un gran número de escorpiones, mosquitos y miles de cocodrilos de agua salada.

Los llamamientos de rendición de los británicos fueron ignorados por los japoneses. La infantería de marina rodeaba el perímetro y abatía a todo japonés que intentaba escapar, mientras en el pantano morían cientos de soldados víctimas de la falta de alimentos, agua potable y devorados por los cocodrilos. Entre los testigos se encontraba el naturalista Bruce Wright.

Cuando los británicos penetraron en el pantano, de los novecientos soldados que habían huido capturaron solo a veinte.

Fuentes:
Mundo Historia (www.mundohistoria.com)
Wikipedia
www.todotegusta.com

14 comentarios:

Xibeliuss dijo...

Tremenda entrada, José Luis. No conocía el naufragio del USS Indianapolis (historias como ese rescate es muestra de la dignidad que se puede dar en tiempos tan aciagos como las guerras)y la narración de los japoneses en los manglares... me resulta muy difícil entender el sentido del honor japonés en casos como éste.
Saludos.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Para el caso del Indianápolis, dada la carga que habían transportado, muchos ven en ello una especie de castigo divino.
En cuanto a lo de los japoneses opino como tu, el fanatismo llevado al extremo en unas circunstancias en las que no tenía ningún sentido.

La Dame Masquée dijo...

Madre mia, la bomba en cuestion comenzó siendo letal desde el preciso instante del transporte del material. Menudo episodio. Tremendo, monsieur, porque me imagino, además, que ignorar los llamamientos de rendición no sería lo mas normal.

Que disfrute de su fin de semana.

Bisous

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Dama... unas situaciones muy extremas. Y lo de los japoneses en cuestión es menos entendible, porque dentro del código de honor militar puede ser aceptado, hasta cierto punto, lo de morir matando, pero morir devorado... es otro cantar...

Feliz finde...

Anónimo dijo...

Curiosa historia estas que nos presenta y la última de ella muy esclarecedora de la forma de pensar dentro del ejército nipón (todavía se perciben elementos del código bushido). Ha sido toda una alegría encontrar este blog, cuentame entre tus seguidores a partir de ahora. 1 saludo!

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Bragi,

Muchas gracias por tu comentario, será un honor contar contigo por esta tu casa.

Saludos,

Juan dijo...

Aunque la guerra había terminado en la Europa de Hitler, aún la guerra tendría muchas vidas que cobrarse en Asia y el Pacífico. Desde luego que 1945 fue un año de especial mortandad, sobre todo entre civiles: muertos aún en los campos de exterminio, bombardeo de Dresde, las hecatombes de Hiroshima y Nagasasaki, las muertes que nos relatas, etc, etc. Desde luego no sabía nada de estos episodios, pero tras leerlos me quedo perplejo: vaya muertes tan crueles. No se si era mejor morir asfixiado por el gas ciclón. El mundo pagó caro, muy caro, los caprichos imperiallistas de ambos bandos.
Saludos.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Juan,

Lo tuvieron que pasar especialmente mal, en el caso del Indianápolis, en un foro sobre tiburones... hay foros "pa tó", decían que era "mejor" ser atacado por un tiburón grande, tipo blanco, que te corta en dos de un bocado que por un tigre que te va comiendo a cachitos....

Ccasconm dijo...

Qué horror!!! Qué historias tan terribles y desconocidas. Según nos lo narras parece parte de los festines que asombraban y encantaban a los romanos: grupos de personas devoradas por leones y fieras varias, traidas ex profeso de Africa o Asia. En el caso que nos cuentas no había espectáculo alguno, ni testigos. Parece un relato de Poe, clásico de pesadilla.

Saludos

Cayetano dijo...

Qué tremendo. Tiburones en el Pacífico y no me refiero sólo a los escualos. Parece sacado de un relato tremebundo de Salgari, al estilo de "Los solitarios del océano". Menos mal que muchos fueron rescatados, si no los tiburones se iban a poner las botas.
Y qué duros los japoneses del segundo relato. De todos es conocida la enorme capacidad que tienen para la obediencia y el sufrimiento.
Un saludo.

Uthegal dijo...

Genial!!!

Resultan historias increibles que nunca dejan de sorprendernos, pero que marcan muy bien los límites de la humanidad. Y lo japonedses bueno....ya sabesmos que es algo más que capacidad, es una filosofía vital, sinceramente no creo que se plantearan otras opciones...

Enhorabuena por tu blog y Saludos!

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Carmen,

Realmente horroroso... no me imagino verme en una situación así. Y es que aunque nuestra civilización lo oculte seguimos siendo seres naturales a merced de la naturaleza.

Saludos.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Cayetano,

Sobre el Indianápolis, los americanos hicieron la correspondiente película en 1991 "Mission of the shark: The saga of the U.S.S. Indianapolis" titulada en español como "Indianápolis misión suicida"
Y lo de los japoneses, pues como ya se ha comentado la idea del honor llevada al extremo.

José Luis de la Mata Sacristán dijo...

Uthegal,

Lo primero darte la bienvenida al blog...

Como bien apuntas no creo que los japoneses se plantearan la rendición, aunque alguno lo pensara.