Desde
que comencé el blog tengo una cuenta pendiente, y esa cuenta se llama
Segóbriga. Como conquense tenía la necesidad de traerla al blog pero nunca
encontré la forma, el modo o el tiempo adecuado. La escusa me la da el que este pasado
fin de semana volví a recorrer las ruinas de esta antigua ciudad de la Manchuela conquense.
Vista de las Ruinas de Segóbriga |
Cuando
se visitan este tipo de sitios uno tiende a imaginarse “como era”, pero a mi
Segóbriga me produce un efecto distinto, no se si nostálgico. Y es que, lo que
me viene a la mente es el como vieron su ciudad sus últimos habitantes, ¿eran
conscientes de la grandeza pasada del lugar? ¿Llegaron a sentir añoranza del
esplendor pasado? ¿Murió allí su último habitante o ya se había trasladado a
otro sitio?
Su
nombre, que evoca los tiempos celtas prerromanos, nos dice por un lado que Sego-
quiere decir Victoria y –briga, ciudad/fortaleza, ¿sabría aquel ultimo
segobrense que nació en la Ciudad de la Victoria o en la Ciudad Victoriosa? La
ciudad que venció a todo excepto al paso del tiempo.
Y es
que aquel castro celtibérico estuvo habitado desde la Edad del Bronce, fue
arrasado por las Guerras de Sertorio, pero resurgió de sus cenizas, tal y como
lo relató Estrabón. Esta Segóbriga, aliada de Roma, fue también atacada
por Viriato, y hubo de hacerlo dos veces ya que la primera vez fracasó.
Y fue
Plinio quien su Naturalis Historia puso a Segóbriga en el mapa del Imperio,
refiriéndose a ella como caput Celtiberiae (cabeza de Celtiberia) y es que en
esa época la ciudad fue muy próspera gracias a las minas de Lapis Specularis,
una variedad de yeso cristalizado translúcido que se usó como vidrio para
las ventanas y que se exportaba desde el puerto de Cartagena a todo el Imperio. Plinio nos dice que se extraía de minas localizadas en
“100.000 pasos alrededor de Segóbriga”.
En
tiempos de Augusto se convirtió en municipium, no se si en esto tuvo algo que
ver el segobrense Marcio Porcio, que fue secretario del emperador. A partir de
este momento es cuando nace la Segóbriga monumental que se extendió hasta la
dinastía Flavia. La ciudad había alcanzado su cenit. Pero duró poco, se sabe
que en el siglo IV sus grandes monumentos estaban ya abandonados. No obstante
siguió siendo una gran ciudad, en época visigoda los obispos de Segóbriga
asistieron a varios de los Concilios de Toledo.
El
eclipse total vino con la invasión musulmana, aunque también de esta época data
su última gran obra, una fortaleza islámica en la cima del cerro, el lugar
donde hubo de estar la antigua acrópolis.
Tras la
reconquista aún persistía allí una pequeña población rural, pero que incluso había
perdido hasta su antiguo nombre, en aquella época se llamaba ya Cabeza de
Griego, nombre con el que se conoce el cerro donde está ubicada. La población
dependía de Uclés, y allí fueron muchos de sus antiguos sillares para que se
construyera el convento-fortaleza que estaba llamado a ser la sede del
Maestrazgo de la Orden de Santiago.
Su
población poco a poco había ido trasladándose a la vecina Saelices, lugar en el
que manaba la fuente que abastecía de agua potable, a través de un acueducto, a
la vieja Segóbriga.
Y es en
este punto cuando entra en mi mente aquel hipotético segobrense que cerrando su
casa partía dejando para el futuro los restos de lo que aquello fue.
Imagino
que su despedida comenzaría en lo alto del cerro, desde la antigua acrópolis
ahora ruina del pasado musulmán, allí vería el paisaje, un paisaje que no ha
cambiado prácticamente nada hasta nuestros días. Descendiendo hasta las viejas
termas monumentales con su magnífica palestra, justo al lado de la casa del
procurador minero y sus ajados mosáicos, para luego recorrer el aula basilical y el foro, aquel que
se enlosó gracias a la donación de Proculus Spantamicus y así quedo
grabado en piedra para la posteridad.
Palestra de las Termas |
Mosaico de la casa del Procurador |
Foro |
Aula Basilical |
Giraría entonces hacia la izquierda
dejando a mano derecha el criptopórtico, aquella construcción que elevó el
porticado del foro y cuyo subterráneo albergó el archivo de la ciudad. Enfilaría
la puerta principal de la muralla con la magnífica mole del anfiteatro al
frente, donde en sus tiempos 5.500 espectadores jalearon a sus gladiadores, miraría luego a su
derecha para ver por última vez el teatro, donde tantos actores llevaron las
grandes obras clásicas.
Anfiteatro |
![]() |
Grada del Teatro |
Tomaría el camino de Saelices, pasando ante lo que fué la basílica visigoda para terminar cruzando la arena del
circo, arena que en su construcción arrasó con la necrópolis celtíbera. ¿Sería
toda aquella ruina motivada por el despecho de aquellos que allí reposaban y
que fueron removidos de su eterno descanso para divertimento de los vivos?
Basílica Visigoda |
![]() |
Circo |
Necrópolis |